El jueves pasado se cumplieron 50 años de la desaparición de Rafael Magín Padilla y desde entonces sus familiares no han dejado de buscarlo, lamentablemente sin poder encontrarlo hasta ahora. Uno de sus hijos, Néstor Padilla, vive en Las Perlas y, junto con sus hermanos María Cristina y Enrique Alberto, mantiene la esperanza de saber qué fue lo que le sucedió a su padre.
Según el relato de Néstor, conocido cooperativista y dirigente social de su comunidad, el último día que se lo vio a «Rafa», como lo llamaban, fue un 22 de diciembre de 1972, «cuando salió de su trabajo y se dirigió a un bar a celebrar y despedirse de sus hermanos y compañeros de trabajo por las fiestas de fin de año».
Indicó, por información que pudieron recabar con posterioridad, que en esos momentos «todo transcurrió con normalidad hasta que mi padre abordó el tren que lo llevaría a la terminal de Retiro, para desde allí trasladarse hasta la localidad del Cruce Varela, lugar adonde nunca llegó».
Expresó que Rafael era operario metalúrgico de la empresa Alusin, dedicada a la fabricación de impresiones en negativo para la industria gráfica. Cuando se produjo su desaparición, tenía apenas 30 años de edad y estaba casado con Eva Ibáñez, quien «murió esperando el regreso del amor de su vida».
«Fue muy duro y difícil para mamá afrontar la situación desesperante y angustiante frente a lo que estaba atravesando, sin recursos y con tres hijos chiquitos todo se convirtió en tragedia y desesperación», rememoró.
En opinión del cooperativista, «en aquellos tiempos pareciera que ya conjuraban los poderosos que finalmente perpetraron un golpe al país. Aprovecharon para sembrar el miedo, se aprovecharon de la condición social de la gente como mi madre».
Su punto de vista tiene fundamento. Y es que «mi padre fue uno de los primeros desaparecidos en el ámbito laboral, tan resonante que hasta el mismo (José Ignacio) Rucci se involucró, recibiendo a nuestra familia para solidarizarse en la búsqueda».
Claramente, «eran tiempos muy agitados a nivel país, donde el peronismo atravesaba el regreso de Perón a la Argentina y se agudizaba el enfrentamiento con las facciones internas del peronismo militante».
Así las cosas, «los primeros días de búsqueda, ya en el año 1973, localizamos un detenido en una dependencia policial de la Policía Federal Argentina, en la zona de Retiro, lugar donde transitaba mi papá. Esta persona estaba detenida desde las vísperas de las fiestas y se encontraba incomunicado por desacato a la autoridad, según la Policía. Lo cierto es que su apellido era Padilla y estaba muy golpeado y lastimado por las golpizas que le propinó la fuerza policial».
Néstor lo sostiene con firmeza: «Para nosotros, esa persona era nuestro padre. Con el tiempo, pudimos comprobar que hubo complicidad para hacer desaparecer a ese detenido, justificando traslados permanentes a otras dependencias policiales del país. Así anduvo mi madre siguiendo y rastreando los lugares que la misma Policía señalaba, pero era solamente para generar el cansancio y desgaste de la búsqueda, cosa que nunca hizo ella».
Como no podía ser de otro modo, «fueron muchos años de sufrimiento», pero gracias a quienes ayudaron a la familia en la difícil situación «pudimos seguir adelante». Además, los abuelos maternos de los hermanos colaboraron en la crianza de sus nietos.
El caso, finalmente, llegó a la órbita de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, donde se tramita por medio de la ley 24411, artículo 1, de leyes reparatorias, «atravesando la instancia del Registro Nacional de las Personas (Renaper), que administra la Policía Federal Argentina».
A medio siglo de la desaparición, «aún retumba en nuestra memoria el grito de aquella primera Navidad sin papá. ¿Dónde estás papá? ¿Por qué no venís a pasar la Navidad con nosotros?», clamó su hijo. Quien agregó, en plural, a nombre de su familia, que están «convencidos de que a nuestro padre lo golpearon hasta matarlo» y, por eso, siguen «esperando que se haga justicia. Nunca más».((LMC))