La vicepresidenta Cristina Kirchner terminó por borrar cualquier posibilidad de tregua y elevó la tensión política a crisis institucional. Atravesado por las internas y el fuego cruzado, el presidente Alberto Fernández, bajo un fuerte hermetismo, se encerró esta noche junto a sus incondicionales en la quinta de Olivos para evaluar las acciones.
En un clima de máximo nerviosismo e incertidumbre, el jefe del Estado evaluaba junto a un grupo de ministros un cambio de fondo de su gabinete, tras la durísima carta de Cristina Kirchner y las renuncias masivas de los funcionarios más cercanos a la expresidenta. En Olivos se encontraban el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y algunos ministros como Gabriel Katopodis.
En una carta pública, cerca de las 19, la vicepresidenta apuntó contra el núcleo duro de Fernández, especialmente hacia Cafiero y el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi –al que acusó de llevar a cabo operaciones de prensa en su contra–, y le pidió respuestas al mandatario. “No soy yo la que lo que jaquea al Presidente, es el resultado electoral. Solo le pido a Alberto [Fernández] que honre su decisión”, reclamó.
La misiva fue el punto culmine de un día marcado a fuego por los pases de facturas internos. Antes de que la expresidenta hiciera público su malestar, Fernández buscaba una solución intermedia que le permitiera, una vez más, desactivar un conflicto en la coalición.
Es por eso que durante la tarde en el gobierno nacional ya no se trataba solo de aceptar la dimisión del ministro del Interior, Eduardo de Pedro, quien aparece prácticamente fuera del gabinete. Según pudo saber LA NACION, el jefe del Estado avanzaría con una reformulación de su equipo, algo que le reclamaron los principales socios del Frente de Todos.
Recluido en la quinta presidencial de Olivos, el Presidente estuvo todo el día reunido con sus principales colaboradores con los que analizó el estado de situación y recibió a dos gobernadores, Sergio Uñac (San Juan), a quien le ofreció reemplazar a De Pedro, y al tucumano, Juan Manzur.
Aquellos que lo vieron en las últimas horas lo vieron tranquilo, pero firme. “Cruzaron un límite”, describió un integrante del gabinete que lo vio en las últimas 48 horas sobre la acción coordinada de La Cámpora para presionar al Presidente. “Con presiones no me van a obligar”, dijo el Presidente a Página 12.
Después llegó la carta de Cristina Kichner, que dio detalles de sus encuentros, en los que le planteó la necesidad de reemplazar a Cafiero por el gobernador de Tucumán, Juan Manzur. Según contó, fueron 19. En los 18 previos a la elección, “siempre” le planteó al Presidente “lo que constituía una delicada situación social”.
Y agregó: “Señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales. La respuesta siempre fue que no era así, que estaba equivocada y que, de acuerdo a las encuestas, íbamos a ganar muy bien las elecciones”.
Alberto Fernández deslizó en las últimas horas su malestar con la vicepresidenta: “Ella me conoce, sabe que por las buenas a mí me sacan cualquier cosa”. Y ratificó que los cambios, tras el cachetazo electoral, son inevitables. “Lo charlamos [por Cristina Kirchner], acordamos nombres. Eso sigue en pie”, dijo el jefe del Estado.
La decisión de avanzar con una nueva integración del gabinete estaba tomada antes de la carta de la expresidenta. La unidad del Frente de Todos, que siempre fue para Fernández una prioridad, quedó jaqueada.
Pese a la constante presión sobre el ministro coordinador, quien por estas horas se presenta como una opción de negociación para sellar un acuerdo de paz, el Presidente nunca la planteó la posibilidad de que renuncie. Incluso, el ministro coordinador estuvo todo el día en la Casa Rosada puliendo el paquete final de medidas económicas que se van a anunciar de manera escalonada a partir de la semana que viene, como la implementación del mínimo imponible de Ganancias, que subirá a 175 mil pesos.
También preparó un paquete de asistencia financiera para las provincias afectadas por la bajante del río Paraná. Por tarde, según confiaron desde su entorno, Cafiero partió rumbo a la residencia oficial para discutir estos temas con el mandatario.
En las últimas horas, Cafiero, Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Juan Zabaleta (Desarrollo Social) le pusieron al Presidente las renuncias a disposición y, según pudo reconstruir LA NACION, “lo alentaron a tomar todas las medidas que tenga que tomar”.
Los tres, junto a otros como Martín Guzmán (Economía), Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), Claudio Moroni (Trabajo), Carla Vizzotti (Salud), Matías Lammens (Turismo y Deportes), entre otros, son los que le brindaron todo su respaldo y lo instaron a tomar decisiones de fondo.
El día comenzó con una serie de desencuentros. A primera hora de la mañana, fuentes de la Casa Rosada dieron como un hecho la renuncia de Wado de Pedro, hecho que Cristina Kirchner le facturó a Biondi. Pero la información fue rápidamente desmentida por la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, a pedido de propio Presidente.
El enojo fue porque la información sobre la salida de De Pedro había sido originalmente difundida desde la propia Presidencia. Eso generó un terremoto en la Casa Rosada, en la quinta presidencial de Olivos y en el Senado.
Así, mientras se mantiene la incertidumbre sobre el futuro de su gabinete, se acelera la crisis política e institucional que se desencadenó tras la paliza electoral y la decisión de algunos ministros cercanos a la vicepresidenta de poner a disposición del mandatario sus renuncias como una forma de presión para cambiar al staff del Presidente.