
Este viernes entregó su alma a los horizontes, sobre los que tanto escribió, el querido y entrañable Carlos “Tata” Herrera. Escritor, docente, titiritero, en fin, trabajador de la cultura. Se despidió acompañado de sus seres queridos, brindado con su último aliento y con sus fuerzas finales, un adiós perfumado de poesía.
Nacido en 1937 en su entrañable San Fernando del Valle de Catamarca, en la provincia homónima, llevaba ya más de 50 años afincado en Neuquén, después de haber andado por todo el país abriendo escuelas, escribiendo libros y llenando de inspiradas letras, temas folklóricos con los que llegó al gran público, como es el caso de la célebre “Donata Suárez” que musicalizó Juan Falú y que versionaron tantísimos autores.
Junto a su esposa y compañera “Gogui”, Lucía Beatriz Porfirio, en la ciudad de Cipolletti se abocaron a la actividad docente, llevando adelante propuestas pedagógicas de avanzada para la época. Además, fundaron establecimientos educativos en Catriel y otras ciudades y parajes, en los que transformaron el rigor y la adversidad del entorno, con una práctica inspirada que pronto dio sus frutos.
La producción bibliográfica de Carlos Tata herrera es tan vasta como revolucionaria, impregnada con el sentido de la lucha y la militancia, inspirada en sus mentores de izquierda, como lo fue el poeta catamarqueño Luis Franco, al que tanto admiraba. Su sentido de compromiso social se consolidó quizás a los 17 años, cuando llego a pesar de su temprana edad, a ser director de escuela en pleno monte salteño.
De sus logros y premios, habría que mencionarlos todos, muchos los recibió en vida y sin dudas los seguirá recibiendo, pero para citar algunos, podemos destacar sus cuentos premiados en certámenes patagónicos, el primer premio en teatro, en el primer concurso patagónico del género con la obra “Sin Adiós”(1985) y el premio Nacional Humanístico de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro por su obra en colaboración con el músico José Luis Bollea, “Scheypuquíñ y Juan Memoria”(1987) que narra la epopeya de Juan Benigar y sus esposa de estirpe catrielera.
Sus libros fueron cántaros de poesía y prosa en los que cultivó su amor por los horizontes y la gente de su pueblo, entre ellos “Ojos al viento” (1987), “Ocurrió en Cupajo”(2002), “Cauces Catuchos” y “El Rastro de las Bardas”(2012).
Amigo de los poetas, los actores y los titiriteros cultivo la amistad de grandes figuras de la cultura a nivel local y nacional tales como Luis Sánchez Vera, el investigador Rodolfo Casamiquela y Don Atahualpa Yupanqui al que conoció en sus jóvenes andanzas por las penas.
Oscar Sarhan, artista, actor y gente de letras, tenía 17 años cuando conoció al Tata Herrera. Iban juntos a la escuela con uno de sus hijos, el director teatral Lucio Herrera y era amigo también de su otra hija Ana. Evocando al Tata envuelto en la emoción, recordí: “Después de teatro, debíamos ocuparnos con Lucio, de los deberes del cole. La concentración seguía en las calles Pehuén y Rivadavia, donde, por aquellos años ochenta, era la casa de Tata, Gogui, Ana (ya estudiando flauta traversa en Rosario), Lucio y Chumbi».
«Cierro los ojos y tenemos 17 años, estamos con un trabajo práctico donde, desde el pensamiento y su redacción, intentamos manifestar nuestro “compromiso social” con ejemplos. Es para Instrucción Cívica, en el quinto año del secundario del Centro 23. El clima era propicio para estudiar. Gogui, tocaba el piano, Tata leía con intensa luz que entraba por el ventanal. Cada tanto pasaba por detrás mirando lo que yo escribía como resultado de nuestra conversación. Tata acotaba, aportaba nuevos datos y traía anécdotas que volvían más complejo y amplio el trabajo. Nos hacía levantar la vista y analizar. Era su costumbre enriquecer la charla, fragor de su llama culta que lo acompañó hasta lo último», agregó.
Sarhan recordó que Tata les decía que tenía una letra redondita la letra, pero horrores de ortografía. «Cuando nos decía esto, largábamos la carcajada y ya nuestra tarde era otra. La vida siguió pasando y aquellos trabajos prácticos no dejaron nunca de acontecer. Sucedieron porque siempre tuvimos la mirada atenta de estos padres y madres de nuestro grupo Claroscuro, y que no nos dejaron flaquear en las convicciones por un mundo más justo. Agradezco a la vida haber conocido a Tata, de haberle podido hacer en 2018, en la Honorable Legislatura del Neuquén, su merecido homenaje con la edición del libro “Materia Prima”, tal como lo pidió, con ilustraciones de Dini Calderón y bajo la edición de Espacio Hudson», añadió.
Desde La Celestina, levanto mi mano para decir hasta siempre querido Tatita, y agradecerte todo lo que bello de tu arte que nos dejaste.
De aquella contratapa, tus palabras:
Nos vamos poniendo viejos, hermano.
Cuando nos pregunten cómo estamos, responder debiéramos lo mismo que el centenario herrero Maturano, aquel manso Vulcano: ¡pa’tras nomás, carajo!
Efímeros somos como luces de luciérnagas sobrevolando alfalfares.
Pero, compañero, vivo estás en mi pecho agradecido desde hace más de sesenta años. Soñemos que mis pobres palabras nos donen un humilde remedo de eternidad.
Hoy se nos fue el Tata Herrera y hasta parece que la eternidad lo despidiera.
((MI))